Placa llegó al santuario el 10 de marzo de 2019, un día después de que termináramos de restaurar y vallar el gallinero. Varios voluntarios se habían organizado para contactar con casas de acogida, recoger las gallinas y transportarlas de forma muy urgente, ya que una denuncia vecinal había provocado que el ayuntamiento fuera a darles caza y (seguramente) sacrificarlas. Por suerte otras vecinas de la zona, que las habían estado alimentando, iban consiguiendo ir aplazando el día de ese desahucio gallinal. Así organizadas, las voluntarias y activistas nos trajeron varias gallinas jóvenes, una de ellas con sus pollitos.
Placa fue la única gallina que en seguida mostró síntomas de enfermedad. Su pico se oscureció y en la parte interior se le fue acumulando pus y placas. Al ser diagnosticada pronto y tras un tratamiento, se recuperó rápidamente. Recuperó la salud y nunca volvió a mostrar signo alguno de enfermedad, pero el manejo al darle el tratamiento, que requería inmovilizarla, abrirle el pico, ablandar con líquido y arrancar las placas de pus; hicieron que nos rehúyera durante mucho tiempo. Algo completamente comprensible, que demuestra que las gallinas son seres inteligentes capaces de sufrir y aprender. Aunque eso ya lo sabíamos.
Con el tiempo recuperó la confianza pero no la cercanía de las gallinas que llegaron siendo más peques. Aún así, era amable con sus compañeras (no todas lo son…) y disfrutaba de la compañía de las demás en el santuario.
Un día encontramos su cadáver dentro del gallinero. A pesar de las medidas de seguridad, un depredador había entrado y decapitado a dos gallinas durante la noche.