PATRIARCAPITALISMO ESPECISTA Y DOMINACIÓN

 

Si hablamos de seres sintientes y autónomos, trato es maltrato y uso es abuso. Empezaremos por ahí.

La hembra humana, como el cerdo, el pez o la gallina -y su hijo el pollo-, por tener personalidad e intereses propios, no son ejemplares al servício de las expectativas de un ratio económico, ni son meros engranajes de ningún destino más alto que el de vivir sus propias vidas en libertad. Las mujeres no son partes indisolubles del proyecto social macho, ni un rol a cumplir bajo pena de destierro. Sus fisiologías, identidades, edad, peso o condición social no están genuflexadas a las directrices del patriarcapitalismo. Y del mismo modo que el grupo opresor causante del patriarcado NO puede establecer las herramientas para combatirlo, así el patriarcapitalismo -principal culpable del genocidio masivo de personas no humanas-, no tiene legitimidad para hacerse cargo del veganismo.

Por definición, el feminismo y el veganismo son razonablemente antipatriarcapitalistas. En un escenario global macho de muerte y destrucción planetaria, de extinciones que dirigimos a la nuestra, o cultura del miedo y de la violación, el patriarcapitalismo ha logrado que atentar contra una persona corporativa sea más punible que hacerlo contra una persona de carne y hueso. La vida ha perdido la batalla contra las finanzas.

Pero la vida es lo único que importa, y lo único que cada individua tenemos.

Unos minutos antes, cuando aún estaba viva, la carne trataba de avanzar arrodillada por los sucios pasillos del matadero. Andando sobre sus patas quebradas, llorando, cagándose y meándose encima por el puro terror, pateada por el macho que hay detrás de toda matanza. Los machos golpeaban la carne cuando aún estaba viva y no podía moverse, derrumbada de rodillas, pataleando el aire e intentando escapar, estrellándose una y otra vez contra las paredes de metal u hormigón, arrastrándose, tratando de alejarse de la gula barata de la especie barata que la costó la vida. Una mala patada le reventaba un ojo a la carne cuando aún no era carne, o le provocaba un esguince y relámpagos de dolor trizaban su cuerpo. Su vida de dolor aún tuvo un dolor añadido en ese transporte. En todo ahorra el macho, menos en violencia y falta de escrúpulos. Machos por todas partes, matando niñas, degollando carne cuando aún no era carne. Violan a las vacas y cometen infanticidio hasta que quedan extenuadas y sus patas se rompen por la descalcificación. Exprimen sus pezones hasta la mastitis, hasta la gangrena, hasta que se agujerean sus ubres…. La carne, los huevo y la leche son eso, dolor, muerte y patriarcado, dominación de hembras.

 

Como los animales no humanos, las mujeres no sirven para algo más que para su propia vida, y tienen derechos fundamentales a errar y acertar, como cada animal, humano o no. Si el cerdo sirve para hacer filetes, entonces la mujer sirve como carne para violadores; porque es el mismo proceso de cosificación quien sitúa premeditadamente a uno u otra en el punto de mira del verdugaje. Las diferencias son antropocentricas, no de nivel. Por ello, desde un punto de vista estrictamente abolicinista, debemos abrir las manos.

No se puede amar al toro que se ejecuta en plaza, no se puede amar a la mujer a la que se mata, no se puede respetar a los animales que alguien se come. Las tradiciones son como el amor romántico, a quienes no gustan son a las víctimas que las sufren. Nuestra creatividad en la tortura a los demás animales sólo es superada por la de los pretextos con que la justificamos. Por eso machismo es terrorismo, especismo es terrorismo y es secundario concretar el tipo de terrorismo. Cualquier discriminación es violencia.

La mayoría de mujeres del mundo no son conscientes de que están siendo violadas. La casi totalidad de hombres no saben que son violadores. La normalización de la Cultura de la Voluntad Masculina es tal, que hace difícil la comprensión del feminismo. Sucede lo mismo con el especismo, aunque las personas no humanas sí saben muy bien sobre sus violaciones. La cultura de la violación, invasiva y feroz, ubicua en cada rincón de la ciudad, recalca claramente la jerarquía de quien manda, por ello cualquier movimiento en desfavor de una discriminación de carácter estructural, como el especismo o el patriarcado, requiere entender que  NO se trata de una carrera de velocidad, sino de resistencia, pese a la urgencia de los cambios necesarios. Precisamente por ser estructural, precisamente por convivir con la enemiga -e incluso  alojarla-, la lucha debe ser introspectiva sobretodo, de pensamiento crítico, de deconstrucción individual también, de deshechar privilegios, conceptos y estereotipos. De aguante básicamente. Sin dejar de intentar avanzar continuamente. Patriarcado y especismo son constructos basados en la hegemonía que alguien ejerce sobre alguien, desde el nacimiento, por el solo hecho de ser. Se nace cerdo destinado a carne como se nace mujer destinada a limpieza y parir, u hombre destinado a gestionar plenipotencialmente todo ello. Todo está escrito de antemano en un códice tóxico que hay que borrar para siempre.

El vegetarianismo es un primer paso solamente, que no hay que alargar, porque a los derechos animales el vegetarianismo significa querer que se derruyan las cámaras de gas nazis, aceptando que existan los campos de trabajo nazis. El veganismo rechaza la existencia de cualquier campo. La dieta vegana se sigue por una misma, el veganismo, por las demás. La razón de veganismo, de crear un mundo mejor partiendo desde lo único que podemos realmente cambiar y controlar (a una misma), tiene un componente altruista, es cierto, porque todas las sociedades humanas y no humanas se basan en pactos y asociaciones, en compromisos y colaboraciones, en ayuda mutua, sin embargo por encima de esa armonía, el mejor regalo del veganismo es mirarse en el espejo y ver cada día reflejada en él, a alguien cada vez más justa.

Abotargada por la ingesta de carne, la horda de machos exige carne femenina, fresca, disponible, sumisa, carne sabrosa de animales ejecutados y humillados para poder superar sus complejos infantiles. Podríamos sintetizar al macho humano en tres palabras:  Delirios de Grandeza, de modo que el fin del patriarcado supondrá el fin de la guerra, de los cuerpos molidos a palos, de las hemorragias anales de las niñas, de los mataderos. Mientras haya patriarcado habrá mataderos.

 

Por Xavier Bayle

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