Muxu Basokoa, el beso del bosque, llegó al santuario siendo muy pequeño. No estaba muy claro qué edad podía tener con exactitud porque sufría una “malformación” que además de afectar a la movilidad de ambas patas traseras, también afectaba al sistema endocrino y por tanto a su crecimiento. Aún así se le veía muy chiquitín y decidimos que sería criado a biberón como sus compañeros jabalíes que habían llegado antes de distintos lugares, aunque Muxu sería apartado de ellos por miedo a que le hicieran daño sin querer con sus juegos tan intensos, ya que Muxu apenas podía moverse.
Era un poco bastante gruñón al principio; no le gustaba nada que le manejaran (normal…) pero por distintos motivos se pasó sus primeras semanas de clínica en clínica…
Las veterinarias nos explicaron que es bastante común en cerdos esta problemática en la columna vertebral, que es congénita, de nacimiento, que puede afectar a otros órganos internos y que el problema de movilidad iría en aumento hasta el punto en que quedara completamente postrado. La buena noticia es que dijeron que no le producía ningún dolor, no tenía sensibilidad en la zona.
Varios veterinarios especialistas a los que acudimos se negaron a operarle la columna porque la intervención no ofrecía ninguna garantía. Cuando publicamos esto, una veterinaria nos contactó y se ofreció a darle un tratamiento alternativo. Cada semana le llevábamos a su clínica y allí le daban masaje, acupuntura, láser y fisioterapia. Entre sesión y sesión debíamos trabajar también en el santuario con Muxu y hacerle hacer todos los ejercicios varias veces al día. Así lo hicimos y vimos como iba recuperando la sensibilidad en sus patitas traseras y desarrollando musculatura. Hasta se aguantaba de pie y se desplazaba con esfuerzo pero también con firmeza.
Con tanto contacto, su carácter también cambió; se volvió un animal cercano, confiado y cariñoso que incluso se acercaba al vernos para estirarse encima pidiendo caricias.
Trabajábamos contrareloj, con cada estirón que pegaba (parecía crecer de golpe!) su columna se contraía oprimiendo de nuevo la médula y le hacía perder lo conseguido. Pero Muxu se mostraba muy colaborativo con la fisioterapia y el avance era espectacular.
Finalmente, la misma acupuntura encontró un veterinario en Valencia dispuesto a operarle. Le visitó y vio que estaba preparado para soportar la anestesia y así programó la operación. Pero el tiempo, o más bien los contratiempos, jugaron en nuestra contra. La prótesis que necesitaba tardó más de lo habitual porque el laboratorio que debía crearla estaba de vacaciones. Cuando llegó, a una semana de la intervención, la anestesista tuvo un accidente de tráfico, así que se pospuso 10 días. No es fácil encontrar anestesistas para cerdos, pero al final hubo que buscar otra al retrasarse su curación.
Finalmente, llegó el día en que se programó por fin la operación. Estábamos nerviosas ante el riesgo que presentaba pero esperanzadas ante la posibilidad de que todo fuera bien. No nos daban muchas garantías pero preveíamos que iba a salir bien. Teníamos esa sensación. Sabíamos que tendríamos que trabajar muchísimo aún para que Muxu volviera a andar, pero imaginarlo con completa autonomía nos llenaba de ilusión y felicidad. Ya habíamos iniciado los preparativos para el viaje, lo teníamos programado y organizado para que no hubiera error posible, pero injustamente dos días antes de la operación encontramos a Muxu muerto en su camita. La autopsia desveló un fallo renal.
Siempre recordaremos a Muxu Basokoa con mucho amor.