Todos los gallos llegaron siendo aún pequeños pollitos. Nuestra falta de experiencia y conocimiento no nos permitió reconocer que eran gallos en lugar de gallinas hasta que no crecieron bastante y sus plumajes se tornaron distintos. Todos ellos crecieron muy sanos (excepto Alai) y sus pelitos de pollito cambiaron a preciosas plumas negras y brunas y crecieron verdes plumas en sus colas. Cuando su instinto reproductor empezó a llevarles a montar a las gallinas, o mejor dicho, a la única gallina adulta, Seta, supimos que teníamos un problema. Seta era una gallina de las que llaman especistamente ponedora. Decimos que el nombre es especista porque se refiere a “su utilidad” para los humanos. Seta no volaba y era torpecita, todos los gallos la pisaban a la vez. Intentaba huir pero la herían con sus espolones. Decidimos, entonces, separar gallos de gallinas. Además la idea de santuario es contraria y opuesta a la cría, así que era una solución a largo plazo. Durante un tiempo fueron rotando de un espacio a otro, pero esto suponía que durante la mitad del día estaban encerrados en el gallinero. Pronto nos dimos cuenta de que era cruel y ante la imposibilidad económica de construirles un cercado nuevo a los gallos, decidimos que vivieran fuera en libertad. Construimos casetas para ellos en lo alto de los árboles para que durmieran a salvo de depredadores. Habían crecido juntos y no parecían tener problema de territorio. Había un clan de 4 (Nami, Josu, Sarri y Urdín) y Nieves por un lado y Alai por otro.
Permanecían siempre cerca del recinto de las gallinas con la esperanza de entrar por algún lado. Dormían en los árboles y por la mañana nos venían a encontrar para que les diéramos comidita.
Con el tiempo empezaron a ser menos amigos. No peleaban entre ellos pero dormían cada vez más separados y lejos.
Una vez, el imponente Nami fue atacado por un águila del que consiguió huir sin ser lastimado.
Con el tiempo fueron desapareciendo. Primero el clan de los cuatro.Les oíamos cantar, cada vez más lejos.
Permanecieron siempre cerca nuestro Nieves y Alai, los más vulnerables. Nieves por haber sido atacado de pequeño por los gallos adultos (que le abrieron literalmente el cráneo) y Alai por una afección cardiaca crónica que impidió también que se volviera un gallo imponente y poderoso como el resto, quedándose flaquito y desgarbado.
Con el tiempo Nieves expulsó a Alai, cuyo canto escuchábamos igual cada vez más lejano.
Nieves es ahora el único gallo que vive en el santuario. No sabemos el paradero de los demás. Quisiéramos pensar que están bien, libres por la montaña, pero no lo sabemos…